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Catálogo virtual de flora del Valle de Aburrá

En este sitio encontrará información de las características botánicas y ecológicas de una selección de especies de árboles y arbustos existentes en el Valle de Aburrá (Antioquia, Colombia) y sus alrededores. Podrá acceder a la información y registro fotográfico de las especies ubicándolas por familias, nombre científico o nombre común, o utilizando el selector de especies como una herramienta de búsqueda avanzada.

El urapán sigue siendo el rey

Aunque muchos de sus hijos no lo noten -y aún traten de no dejarlo notar- Bogotá tiene un exhuberante y variado verdor: sietecueros, saucos, cerezos, mimbres; una interminable lista de especies nativas y extranjeras, compuesta por falsos pimientos, palmas, una legión de pinos, eucaliptos, araucarias y, por supuesto, urapanes. Hordas, enjambres de urapanes. Aquí, por lo menos cuatro de cada diez árboles suficientemente desarrollados son urapanes, lo que ha convertido a la especie en rey induscutible de la floresta santafereña.

Alfredo Gutiérrez Borrero

La flora y la fauna de Macondo: un asunto de interpretación = Flora and Fauna of Macondo: an Issue of Interpretation (Diva Marcela Piamba Tulcán)


El estudio de objetos literarios de manera multidisciplinar tiene la ventaja de generar diversas interpretaciones alrededor de una obra. En este caso, la crítica literaria de Orlando Mejía Rivero, la mirada botánica de Santiago Madriñán y la ecocrítica de Josefa Lago Graña sirven como inicio para encontrar un sentido a la lectura de Cien años de soledad del Nobel Gabriel García Márquez. En relación con el interés que despertó el Jardín Botánico de la Sede Caribe de la Universidad Nacional de Colombia sobre esta obra del Nobel, en este texto se pretende hacer un estudio de la misma en donde se destaca la importancia de rescatar la relación de la comunidad, la fauna y la flora presentes en la literatura como producto cultural y artístico.

Link para el artículo: https://revistas.unal.edu.co/index.php/ccaribe/article/view/63506

Las flores abismales de Carolina Sanín

Sumapaz by Erikson Sánchez

Al otro lado, detrás de otra alambrada, pastaba un rebaño de ovejas blancas carinegras. El potro no estaba ni con ellas ni con las flores de la papa. Estaba en el centro y era un mundo aparte. (28)

Desde el primer día, he seguido yendo a mi lote cada sábado a plantar. Tengo guayacanes, tíbares, cedros, arrayanes, sangregados. Y alisos, que son suaves y metálicos. Son de fronda parca y parecen más discernibles que otros árboles: he creído que podría recordar todas las hojas de un aliso y saber que las recuerdo. (32-33)

Plantamos un cerezo, que era regalo de mi madre, y dos borracheros, proque me contaron que protegen, y yo me había enterado de que a la finca grande que colinda con la mía se metieron los ladrones.(33)

El lote se cundió de esa maleza con la que en Boyacá hacen escobas. (34)

Entristézcase plantando árboles, dice una valla en la vereda. Alégrese plantado, dice otra. (37)

¿Cuándo nace un árbol? ¿Se dice que nace cuando un ojo humano advierte el primer brote que sobresale de la tierra? Pero, para entonces.el árbol ya ha crecido. ¿No sucede afuera el nacimiento, sino dentro de la semilla? ¿O no nacen los árboles, sino que siempre están, de fruto en semilla y de semilla en fruto, siguiéndose a sí mismos? (38)

La grama estaba llena de hojitas de dormidera entre los tréboles. Uno pasaba el dedo por el espinazo de las hojas y ellas se iban cerrando, párpado contra párpado, como ojos ciegos que eran las manos de la hierba. (39)

Yo escribía "los abedules". Y también escribía "los abetos". Ponía nombres de árboles en cuentos y en poemas.  (39)

"Abeto" y "abedul" eran países muy lejanos en los que había habido una vez. El árbol, la vida que era una palabra, era mi reino. (40)

Esa mañana, además de los borracheros, habíamos plantado aquel cerezo de los que mi madre cría en su casa (40)

Cuando las plantas que tiene en su apartamento crecen demasiado para el cielorraso, también las planta afuera: Saqué la cheflera el otro día.(41)

Su otro hijo, mi hermano, es jardinero en Nueva York, donde emigró hace veinte años. He paseado con él por Manhattan y de repente me ha señalado un arce que plantó en la acera y ya ha cambiado varias veces de color, o una isla de flores que fundó frente a una portería. (41)

Sobre la tapa habían puesto un lirio. Me puse a pensar en que la punta del pistilo era la cara de ella. Por un momento supe que las flores son las caras de los muertos.(46)

También llevé a su casa una planta que compré esa mañana, ya a sabiendas de que era para la muerta y no para la viva. (54)

En el páramo del Cotopaxi, que está cubierto de líquenes como corales, encontré un venado que comía detrás de un conejo.(61)

Me fijé en una planta del suelo que parecía una lechuguita. Miré su centro, donde las hojas nacían y todas convergían, y prometí que trataría de encontrar los ojos de las cosas.(62)

Mi amigo y yo nos habíamos propuesto subir sin hablar. Nos señalábamos los líquenes y el musgo, y los hongos violáceos, para recomendárselos a la memoria. (78)

Luego quedaron atrás también los arbustos, y no hubo más ramas ni más sombra en el frío, sino los solos frailejones bajo el cielo, como cabezas sembradas. Yo nunca los había visto de cerca. Sus largas hojas afelpadas, apiñadas en torno al tallo, formaban una corona que a la vez era la cabeza que adornaban. (78)

¿Los frailejones eran como frailes capuchinos que eran cómo? ¿Como frailes que estuvieran apostados en las laderas, con aureola de plumas y cuerpo de tallo vegetal? (79)

Los frailejones eran animales, aunque se llamaran plantas: animales machos, acuáticos e inmóviles. (80)

Volví a ver los frailejones. En Iguaque solo había visto los que tienen la copa en el suelo; allí, en el páramo de Chingaza, encontré unos que se elevaban sobre su tallo hasta mi altura y otros que se elevaban hasta el doble. Eran frailejones gigantes y parecían palmeras enanas. (84)

Había entre los frailejones, una especie de pencas que se asemejaban a ellos de lejos y en la silueta, pero que en realidad eran lo contrario de ellos. Sus hojas eran lisas y más angostas, y eran de un verde menos azul y menos claro. No tenían pelusa sino espinas en el borde. Parecían agazapadas, hasta un poco irritadas entre los frailejones tranquilos, felices de estar mojados desde la rociada hasta la lluvia, contentos de no ahogarse en el llanto parejo e imparable de la altura. (86)

Mi amigo contó que los frailejones recogían, con los pelitos de sus hojas, la neblina que pasaba; que la neblina se convertía en gotas dentro del tallo, las gotas se convertían en hilos de agua en las raíces, y los hilos formaban riachuelos subterráneos que luego se resumían a los lagos de los que salía nuestro acueducto. (86)

Le dije a mi amigo que el verde que más me gustaba era el dorado: el de las praderas secas, el de las espigas. Él dijo que los frailejones crecían muy lentamente. Que uno de mi tamaño podía tener más de cien años. Los frailejones más lejanos parecían rocas. (87)

En un recodo del tamaño de mi mano crecían tallos de pasto del largo de mis pestañas: un juncal. (88)

El liquen que parecía coral era también un bosque calcinado. El musgo era pradera. (88)

La neblina comenzó a bajar. Me desvié hacia el agua congregada. caminando sobre hierba, arena y musgo, como sobre estopa y pelo. (89)

Marcos y su hijo me estaban acompañano a sembrar flores en la era, y yo quise enseñarle al niño a esquivar el asco. (96)

Era increíble que hubiera un árbol que me rodeara y me cubriera, y en él tantas hojas, y entre ellas un pájaro que era una hoja que podía pasar de una rama a otra sin caerse. (97)

El árbol de aquella acera era un plátano. Alguna vez he pensado que es difícil para una escritora ecuatorial mencionar en el texto un plátano - ese árbol de corteza moteada y hojas no mayores que mi mano - sin que su lectora crea que se refiere a la planta de enormes hojas que da plátanos. (98)

... el fucsia de las flores no pegaba con el verde del resto del jardín. Me dio un brote de uno de los arbustos arrancados, que fue el que planté con Jacobo y Marcos en la Era el día que besé a la chiza. (101)

Buscaba formas dentro del olor: rayas, puntos, flores. (103)

Me propongo inventar una cara y, en lugar de cara, veo una fronda: formas de hojas, tamaños de hojas. Hago un monte, un bosque. Las hojas que brotan allí donde he querido que surja el rostro tienen ramas dentro: son sus nervios, sus venas o sus huesos, que reflejan la forma del árbol del que las mismas hojas se han soltado. Pero ¿Qué es el resto de la hoja, lo verde, lo que no es nervadura? ¿Puede decirse que es la carne de la hoja, su pulpa, o es otra nervadura más interna, una malla tupidísima, minúscula, que llega al ojo humano como un campo liso de color? (111-112)

Veo un ave que surge de la maraña y pesca, y una flor que pesa en el aire, prendida de una rama, y de pronto se descuelga sobre el agua y es un pez durante un instante que no cuenta en el tiempo. (135)

Una piedra desencadenada es una planta, Una planta desencadenada es un animal. Un animal desencadenado soy yo. Soy una piedra, una planta y un animal que fueron haciéndose cada vez menos compactos. (142)

... y otra escena, en la que el padre había caído de un machetazo, y otra más, en la que regresaba a su tierra, donde se cultivan higueras de las que se cogen los higos maduros, y no higuerillas no higuerones, como en las márgenes del río Don Diego, ni brevos, que es como llamamos a las higueras en mi región, donde cogemos brevas siembre verdes, que saben amargas si no se cueven con azúcar. (144)

Entonces se apeó del caballo y durante casi tres cuartos de hora jugó en el espacio sideral con las estrellas que eran cabras y eran "como alhelíes y también como flores" (156)

La describía, y en la mente de la hotelera se figuraban una reina y una nube, una generala que caminaba sobre el agua, una rosa, una abeja, una yegua, un potro, un jaguar, un cordero y un pelícano. (162)

Uno es un peñasco coronado por una higuera; debajo está Caribdis, la monstrua remolina que tres veces al día se traga el agua del mar y tres veces la vomita. (176)

Estoy entre la gente. Detrás de cada
uno vive una tribu que no veo. Ahí están
los que coinciden en esta hora frente a mí, 
como flores que he cogido.
Los alumnos de una clase, un escuadrón, 
un lote de soldados muertos. (200)

Carolina Sanín. Somos luces absimales, 5a. reimpresión, 2019. 203 p. Ed. Literatura Random House

Las flores en el modernismo hispanoamericano / Lily Litvak


John Everet Millais, Ophelia

El modernismo recurrió a las flores no solo por su belleza sino porque a través de ellas podían espiritualizar la materia. Las convirtió en símbolos en los que intervenían no solo los significados tradicionales sino nuevos valores aportados por la nueva sensibilidad. Las corrientes estéticas de fin de siglo: exotismo, prerrafaelismo, parnasianismo, simbolismo, decadentismo, influyeron en la valorización de ciertas flores, entre ellas, el crisantemo, la orquídea, la rosa, el loto, el lirio, como puede verse en la literatura y el arte del modernismo hispanoamericano.

Leer el ensayo completo: Aquí

Lenguaje floral de la Camelia en torno a la muerte


I.- DEFINICIÓN Y SIMBOLISMO 

Conocida también como Camelia Japónica o la Rosa de Japón, es una flor de origen oriental y se caracteriza por ser consistente y tener forma ovalada. Para los japoneses, la camelia simbolizaba la vida truncada, debido a que cuando se marchita se separa completamente del tallo. Fue traida a Galicia por los portugueses y se emplea en coronas y cetros funerarios.

II.- MITOS/LEYENDAS Dos de las más conocidas leyendas orientales sobre esta flor son: 

• LA LEYENDA DE BODHIDHARMA Cuenta que el fundador de la escuela Chan se quedó dormido en una de sus meditaciones. Como autocastigo, cortó sus párpados para no cerrar sus ojos en sus futuras meditaciones. En el lugar donde quedaron sus párpados, surgió una camelia de té, cuya infusión le ayudó a mantenerse despierto.

• LEYENDA DE SUSANOWO Se cuenta que Susanowo o Susanoo, dios del viento, la lluvia y los huracanes en la mitología japonesa, se vio obligado a vivir en un reino gobernado por una serpiente maligna que tenía ocho cabezas y que cada año exigía el sacrificio de la doncella más bella del reino. Susanowo, cansado de esa vida, un día decidió liberar al país del monstruo, y entró en el reino de ultratumba, en la que creó una espada y encerró en ella un rayo de sol. Regresó a su tierra con la espada y esperó calmado a la serpiente en la entrada de la cueva, mientras una larga procesión acompañaba a la princesa Kushinada-Hime «princesa del arroz» a sacrificarse por su pueblo. Por fortuna la espera fue breve, porque la serpiente apareció desde su cueva durante el amanecer. Los habitantes del reino temblaron y huyeron ante su rugido, pero Susanowo aguardó el momento adecuado para abalanzarse sobre la serpiente luchar. Susanowo y la serpiente combatieron por horas hasta que el dios del viento triunfó. Luego se acercó a la princesa, le pidió matrimonio y apoyó su espada ensangrentada en la hierba, que comenzó a ponerse roja. Gracias a esa mancha apareció un arbusto con hojas brillantes y flores de color blanco con algunas pequeñas manchas rojas, a las que se llamó Tsubaki o rosas de Japón. Así fue como la Rosa de Japón, significó el sacrificio de cada joven vida, en memoria de las princesas víctimas de la serpiente. 

III.- ASOCIACIONES EN DISTINTAS CULTURAS 

• CHINA Se utilizaba en los jardines secretos de los emperadores chinos. Fue cultivada en este país desde mucho tiempo antes de que llegaran a Europa, ya que las camelias no estuvieron en ese continente hasta 1700.

• JAPÓN Simboliza el inicio de la primavera, representa lo divino y se utiliza en ceremonias religiosas o sagradas. 

• COREA Las camelias reflejan felicidad y longevidad, y son usadas en ceremonias matrimoniales tradicionales, cuya tradición se ha mantenido desde el año 1200 a.C.

 • INGLATERRA Durante la época victoriana, las camelias expresaban de que el destinatario era una persona agradable y fascinante. 

• ESTADOS UNIDOS Es una flor típica del estado de Alabama y simboliza la belleza del sur de ese país.

IV.- ATRIBUTOS EN EL LENGUAJE FLORAL 

En general, se trata de una flor que simboliza estima, admiración y belleza perfecta no exhibida, se asocia a las personas que saben afrontar los sacrificios de la vida y el nacimiento de algo nuevo o el renacer de algo que ya existe. También refleja al corazón y los sentimientos positivos, además de la pasión, perfección y fidelidad. Dependiendo del color, las camelias pueden adoptar distintos significados: 

• Camelia Blanca: Pureza, amor inocente (en especial aquellos amores de infancia que no hemos vuelto a ver), y amor entre madres e hijos. Dada a un hombre, se cree que trae suerte. Estima, gratitud y admiración y luto. 

• Camelia Roja: Amor incondicional, esperanza, pasión, deseo y sensualidad. • Camelia Rosa: Deseo de seducir y tener más cerca a quien se le regala.

• Camelia Roja y Rosa: amor romántico. La floración de la camelia guarda similitud con las de la rosa; además, pueden crecer en flores simples o doble.

Texto tomado de: @muertecultura

Imagen de Annette Meyer en Pixabay

Asfódelo, lenguaje floral



Definición y simbolismo
En la mitología griega, el asfódelo es la flor consagrada a los dioses Hades y Perséfone, cuyos prados cubrían los Campos Elíseos y su nombre denomina al "campo de cenizas" o "decapitados". En mitad de este espacio se halla el Palacio de Dios del Inframundo, cuyas flores mitigaron la desazón de Perséfone.
El asfódelo es también la flor de los difuntos, quienes llegaban a estos campos, luego de atravesar el Río Aqueronte o la Laguna Estigia. Estas almas eran comunes y corrientes, eran quienes no fueron juzgados ni como buenos ni malos. Su rol en los Prados Asfódelos eran el de las monótonas tareas diarias que los alegraban. Asimismo, este lugar fue descrito como un sitio fantasmal y una tierra neutral, donde esta flor y sus raíces eran su alimento favorito. Sin embargo, también sirvió a los vivos para contrarrestar los venenos. En los Prados de Asfódelos fue también donde Odiseo se reencontró con sus antiguos camaradas de batallas, consoló a Aquiles, intentó reconciliarse con Ajax y vió al gigante Orión persiguiendo a las fieras que asesinó en vida.

Asociaciones en distintas culturas
Respecto a las tradiciones mortuorias griegas, sus habitantes se hacían enterrar con tubérculos de asfódelo y esta flor se plantaba al lado de las tumbas para alimentar a los fallecidos durante su camino al Más Allá. También se hallaron en los enterramientos ibéricos, como en la Necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho, en las estribaciones de la Sierra de Santa Ana de Jumilla. En Campo de Salinas, los frutos se utilizaban como cuentas para confeccionar grandes rosarios decorativos, con la cruz de madera de almendro, que colgaban en los cabeceros de las camas de las casas de campo. Durante cada mes de marzo, se celebra la Festividad de San José, que data desde el siglo XIV. En ella, el cetro griego de Hades y Perséfone pasa a ser la vara católica de San José, cuyo tallo florífero y aún flexible del asfódelo es evidente durante marzo.
Texto extraído de @muertecultura

Nomeolvides. Lenguaje floral en torno a la muerte


Definición
Es un género de plantas perteneciente a la familia Boraginaceae, su nombre científico es Miosotis o Myosotis Sylvatica, y es originaria de Europa, Asia y América. Es una flor campestre que se halla en prados, bosques, campos, pastizales frescos, cerca de ríos y entornos montañosos. La planta ofrece una gran abundancia floral y un color azul muy característico.
Las nomeolvides son las flores del amor desesperado y del amante eterno, y se relacionan con la pérdida de quien aún disfrutaba de su juventud. También se asocia con el recuerdo, la amistad y la fidelidad.
Leyenda
Una leyenda europea cuenta que una pareja de enamorados paseaba cerca de un río. La mujer notó que sobre el agua flotaba una flor y le pidió a su novio que la tomase para ella. Él accedió, se metió al río, consiguió la flor y se la entregó a su amada, pero por desgracia él no pudo salir del agua. Antes de fallecer, sus últimas palabras fueron “No Me Olvides”.

Lenguaje floral
Las nomeolvides son las flores del amor desesperado y del amante eterno, y se relacionan con la pérdida de quien aún disfrutaba de su juventud. También se asocia con el recuerdo, la amistad y la fidelidad.

Texto completo @muertecultura
Fotografía: Anja

Ecoparque Alcázares, los Arenillos (Manizales, Colombia)


El Ecoparque los Alcazares Arenillo, es un fragmento de bosque aislado, es propiedad del municipio de Manizales, ubicado dentro de la cabecera de la ciudad, sirviendo de pulmón verde para la misma, fue declarado en 1995 como área de interés ambiental, cuenta con una extensión de 36 Has de bosque húmedo donde se realizan principalmente actividades de observación de fauna y flora silvestre.


























Jardines de Colombia - Villegas editores


A diferencia de las obras de la arquitectura, de la escultura, de la pintura, que son manifestaciones inherentes al espíritu creador que las anima, el arte de los jardínes produce obras vivientes. Como tal, el jardín debe considerarse como la obra de arte suprema, y, de hecho, asi ha sido en los grandes siglos de todas las culturas. La casa o el palacio es un habitáculo, a veces modesto, otras suntuoso, decorado en ocasiones con obras pictóricas o escultóricas, pero es el jardín el que, a grande o a pequeña escala, incorpora la limitada obra del hombre a la suprema obra de la naturaleza. ¿Qué sería de Versalles sin sus jardines y sus perspectivas? ¿Cómo sería la campiña inglesa si no hubiese mediado la intervención de los paisajistas del siglo XVIII? ¿Quién puede concebir nuestras casas, rurales o urbanas, sin sus patios o sus solares? ¿O la Villa Imperial Katsura sin sus estanques, o la Alhambra sin el patio de los Arrayanes ni los jardínes del Partal? por eso un pueblo que no aprecie y valore sus jardines tendrá siempre un vacío en e alma que nada podrá llenar.
Colombia, por su geografía abrupta, no es un país. Son muchos países: el caribe, el antioqueño, el santanderaneo, el cundiboyacense, el vallecaucano, el llanero, entre otros. También existen, superpuestos a los anteriores, el país pobre y el país rico.
Entre ellos hay diferencias de todo tipo: diferencias climáticas y microclimáticas, y, por consiguiente, marcadas diferencias florísticas; diferencias en la idiosincracia de las gentes, diferencias culturales, pero existe un factor común a todos: el amor por las plantas, por la maceta florida, por la humilde clavellina o el sobrebio ciprés. Por ello, y en ausencia de verdaderos profesionales en el diseño paisajístico hasta haace algunos años, cada hacendado, cada ama de casa, cada modesto campesino ha oficiado tradicionalmente como diseñador y ejecutor de su propio jardín, siguiendo únicamente la pauta que le imponen su gusto personal y sus limitaciones culturales y económicas. el resultado de ese proceso está a la vista en las páginas de este libro. Desde jardínes suntuosos hasta exiguos rincones floridos, con plantas nativas o exóticas de la más variada procedencia, en los que reina, casi sin excepción, un ingenuo y delicioso eclecticismo.
Todo es válido en nuestros jardines en tanto contribuya a la satisfacción y bienestar de sus orgullosos propietarios. La única norma es la ausencia de normas... (Alfonso Robledo Anzola)
Fragmento extraído de la solapa de Jardines de Colombia, Villegas Editores, 1996.






fotografías sujetas a derechos de autor, tomadas de la página oficial de la editorial Villegas

Las flores como símbolos eróticos en la obra de Jorge Isaacs

Por: Valerie Masson de Gómez
Saint Mary´s College of California
Moraga, California


El intercambio de flores como emblemas de amor es uno de los ―ritos de fetichismo amoroso característicos de la novela sentimental, y en María (1867), del colombiano Jorge Isaacs, los protagonistas Efraín y María otorgan esta función simbólica a la rosa y a la azucena silvestre. En su estudio de esta novela Donald McGrady sugiere que, aparte del significado explícito conferido en dicha obra a la rosa y a la azucena.

Lea el artículo completo Aquí 

Flores en la antigua literatura India



Ancient literature in India is replete with names of various flowers. Most of these flowers are referred to by names which are not in common use today. One frequently comes across flower names like Kund कुंद, padam पदम, kumud कुमुद, neelkamal नीलकमल. Surely, one would like to know what these flowers are, as we know them today

Enlace a la página oficial

Flowers of India


Las Flores de Juan Rulfo














Pedro Páramo

Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.
Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas; hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único.

¿Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba? «La capitana, señor. Una plaga que nomás espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted.»
Había chuparrosas. Era la época. Se oía el zumbido de sus alas entre las flores del jazmín que se caía de flores.

«... No sentir otro sabor sino el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo. »
Aquel cadáver pesaba mucho en el ánimo de todos. Estaba sobre una tarima, en medio de la iglesia, rodeado de cirios nuevos, de flores, de un padre que estaba detrás de él, solo, esperando que terminara la velación
-¡Tómelo! Le hará bien. Es agua de azahar. Sé que está asustado porque tiembla. Con esto se le bajará el miedo.
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.

Es domingo. De Apango han bajado los indios con sus rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo. No han traído ocote porque el ocote está mojado, y ni tierra de encino porque también está mojada por el mucho llover. Tienden sus yerbas en el suelo, bajo los arcos del portal, y esperan.


«Si al menos hubiéramos traído tantito pulque, no importaría; pero el cogollo de los magueyes está hecho un mar de agua. En fin, qué se le va a hacer».

«Lo caro que está todo en este tiempo -dijo, al tomar de nuevo el camino hacia la Media Luna-. Este triste ramito de romero por diez centavos. No alcanzará ni siquiera para dar olor.»

Los indios levantaron sus puestos al oscurecer. Entraron en la lluvia con sus pesados tercios a la espalda; pasaron por la iglesia para rezarle a la Virgen, dejándole un manojo de tomillo de limosna.

Justina Díaz entró en el dormitorio de Susana San Juan y puso el romero sobre la repisa.

«El dulce de menta es azul. Amarillo y azul. Verde y azul. Revuelto con menta y yerbabuena

Limpió el agua del florero roto. Recogió las flores. Puso los vidrios en el balde lleno de agua.

El llano en llamas
Nos han dado la tierra

Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.

El hombre

Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vuelta sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien oiría la respiración de uno, pero no la del río. La hiedra baja desde los altos sabinos y se hunde en el agua, junta sus manos y forma telarañas que el río no deshace en ningún tiempo.

Macario

La leche de Felipa es dulce como las flores del obelisco. Yo he bebido leche de chiva y también de puerca recién paridad; pero no, no es igual d e buena que la leche de Felipa... Muchas veces he comido flores de obelisco para entretener el hambre. 

Mi madrina no me regaña porque me vea comiéndome las flores de su obelisco, o sus arrayanes , o sus granadas. Ella sabe lo entrado en ganas de comer que estoy siempre. Ella sabe que no se me acaba el hambre.

De lo que más ganas tengo es de volver a probar algunos tragos de la leche de Felipa, aquella leche buena y dulce como la miel que le sale por debajo a las flores del obelisco


Luvina

Un viento que no deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas si pueden vivir un poco untadas en la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes. Sólo a veces, allí donde hay un poco de sombra, escondido entre las piedras, florece el chicalote con sus amapolas blancas. Pero el chicalote pronto se marchita. Entonces uno lo oye rasguñando el aire con sus ramas espinosas, haciendo un ruido como el de un cuchillo sobre una piedra de afilar.

"Una plaza sola, sin una sola yerba para detener el aire. Allí nos quedamos.


Anacleto Morones

¡Viejas carambas! Ni una siquiera pasadera. Todas caídas por los cincuenta. Marchitas como floripondios engarruñados y secos. Ni de dónde escoger.

Imagen de adege en Pixabay 

Las Flores de Laura Restrepo

Olor a rosas invisibles

Pero a Eloísa la evoco con mayor empeño. Yo, que siempre encontré más real el olor a rosas invisibles que las rosas mismas...(14)



Dulce Compañía
Parecía que durante años no hubiera habido nadie más allí. Sólo unas flores plásticas entre un frasco, casi tapadas de polvo, podrían indicar la huella ya lejana de una mano femenina. (6)



Atravesé un patio interior de chiflones encontrados y mientras recorría un corredor con materas que no contenían matas, sino tierra reseca y colillas, pensé que las barbas hirsutas de ese cura debían rasguñar como papel de lija. Por un instante traté de imaginar cómo me defendería si intentaba tocarme.(7)

habíamos llegado a la casa rosada y los niños se arremolinaban en algarabía. Era un rancho de pobres, de ésos que se quedan para siempre en obra negra y que sus habitantes terminan improvisadamente con maderas y cartones, tarros con flores, alambrado pirata para la luz eléctrica, radio a todo volumen y poderosa antena de televisión. (12)

Durante el famoso incendio, que nadie sabe cómo empezó y que no paró hasta devorar las mismas piedras, perecieron calcinadas treinta y tres de las hermanas, y también todos los animales de los establos y los corrales, los geranios de las materas, las verduras de la huerta y hasta las palomas, tan bien alimentadas que por gordas no pudieron volar.(33)

Las integrantes de la junta me encasquetaron una corona de flores en la cabeza, me pusieron un ramo en las manos, me extendieron el pelo cual manto, v sobre los hombros, aparatosa y eléctrica, me chantaron la capa azul de Marujita de Peláez.(38)

También al ángel lo coronaron de flores y él se dejó hacer, magnánimo y confiado. La procesión trepaba, los arbustos de carbonero y guapanto se enmarañaban, los helechos se volvían gigantes, se arrebataban las zarzamoras, el cielo se venía encima y la ciudad, muy abajo, se hacía irreal. ¿Adonde nos llevaban, tan lejos, tan alto? Mientras fuera con él, no me importaba.(39)

Delante de nosotros se abrió un corredor de baldosín, de esos baldosines pequeños, de seis lados, que cada tanto se vuelven oscuros y forman una como flor, tan comunes en mi infancia y que ya no se ven. La casa de mi abuela tenía patios con baldosines idénticos. Me refiero a mi abuela materna, de quien ya conté que acabó loca. ¿Habría alguna relación? ¿Serían esas florecitas de hexágonos, repetidas al infinito, el patrón que escondía la clave de la locura?(56)

Cerrando el cortejo, los demás fuimos penetrando, flor a flor por el baldosín, en ese mundo tan conocido para mí y a la vez tan temido, de las personas devoradas por angustias que no pueden descifrar ni pueden compartir.(58)

Cuando iba a nacer, se juntaron por lo menos cincuenta o sesenta de ellos en el pabellón de maternidad de la Clínica del Country, con cirios y flores. (93)

citas tomadas de: http://www.LibrosTauro.com.ar

El árbol de la sabiduría


En el comienzo -está escrito- el hombre tuvo acceso al paraíso. Y en ese paraíso la sabiduría toda se escondía en los frutos de un árbol, aquél que se encontrara en el centro del Edén:


“El día en que Yahvé Dios hizo la tierra y los cielos, no había sobre la tierra arbusto ni ninguna planta silvestre había brotado, pues Yahvé Dios no había hecho llover todavía sobre ella, no había hombre que cultivara el suelo. Sin embargo, brotó desde la tierra un manantial y regó toda su superficie.
Entonces, Yahvé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida. Luego Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén; allí colocó al hombre que había formado. Yahvé hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer. Y puso en medio el árbol de la Vida y el árbol de la Ciencia del bien y del mal.”


Génesis 2, 5-10

Las versiones acerca de las consecuencias que acarrearía probar el fruto de dicho árbol varían. En el Génesis se sostiene que quien probara el fruto, hallaría la muerte.
Otros, con espíritu poético han soñado:
«En efecto, el árbol prohibido era el de la sabiduría, el árbol de la ciencia, no sólo del bien y del mal, como dice el Hebreo, sino de lo verdadero y de lo falso, de lo visible y de lo invisible, del cielo y de la tierra, de los animales y de los espíritus. Y tú sabes querido amigo, que sapiencia es potencia, y que ser Dios significa precisamente ser sapiente y potente.»
{…} ¿Cómo fue que Adán y Eva, aunque probaron el fruto prohibido no se volvieron dioses, sino que fueron expulsados por su Dios fuera del hermoso jardín?»
Te explicaré brevemente, si quieres, este aparente misterio. Eva, en la confusión del momento, no advirtió que los frutos del árbol eran muchos y diversos entre ellos, y no oyó lo que le dije; es decir, que no bastaba comer algunos, sino que era necesario despojar enteramente el árbol, es decir, adquirir toda la sabiduría. En cambio apenas hubo comido uno, no tuvo la presencia de espíritu de coger y comer rápidamente todos los demás, y así fue como Jehová tuvo tiempo de darse cuenta del peligro y de poner inmediatamente remedio a él con el destierro perpetuo. Si Adán y Eva se hubieran comido todos los frutos del maravilloso árbol, el Gran Viejo no hubiese podido arrojarlos del Paraíso. Hubieran sido dioses contra Dios, y ningún ángel, por provisto de espadas llameantes que estuviera, los habría puesto en fugo. Dios pudo castigarlos porque no habían pecado enteramente. El pecado original fue castigado porque no fue bastante grande.»
Giovanni Papini: “El demonio me dijo”, en Lo trágico cotidiano.
Aparentemente el hombre ha sido fallido desde el principio.
Papini culmina su extraordinario relato con las palabras del demonio, que con nostalgia, se muestra deseoso por regresar junto a Dios.
El demonio guarda la esperanza de que alguna semilla del árbol hubiera sido arrastrada por el viento, más allá de la muralla que separa al Edén. Y que una vez en la tierra, esa misma semilla germinara para dar lugar al nacimiento de un nuevo árbol.
Espera que el hombre encuentre el árbol y los frutos y que culmine con aquel acto del origen. Pues sabe que si logra que el hombre se convierta en un dios, el Padre de todo -temeroso por la lucha que podría librarse- lo tendría que llamar a él a su lado.
Mientras tanto los hombres, incautos, continuamos en la busca de aquel saber perdido.

La leyenda del Camalote

Es el camalote una planta acuática, que prospera en los grandes ríos de América del Sur. También se llama camalote al conjunto de estas plantas que, enredadas con otras de diferentes especies, forman como islas flotantes. En realidad integran el camalote o el camalotal como también se le llama, troncos de árboles y plantas acuáticas de toda variedad y especie. La corriente del río los arrastra y aumentan de tamaño constantemente.Una vieja leyenda guaraní le atribuye al camalote el siguiente origen: Una joven india se enamoró de un soldado español que llegó junto con los primeros conquistadores. Pero vióse éste obligado a alejarse precipitadamente un día, y a despedirlo fue la joven hasta la orilla del río. La suave corriente empujó hacia el sur la embarcación y se perdió muy pronto en medio de la selva. Mucho lloró la india y más porque sabía que, como fruto de sus amores no tardaría en ser madre, lo que le acarrearía el repudio de su tribu. Todas las mañanas y todos los atardeceres se llegaba hasta el río esperando el retorno de su amado. Desesperada en la espera inútil, imploró humildemente a los dioses que la ayudaran en su triste situación. Apiadados éstos la convirtieron en la planta de camalote que constantemente baja del alto de los ríos surcando todos los cauces en busca de su amado.-

Flores en la poesía española (II)



MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
Cabría recordar, aunque sólo sea el título, la obra de un gran escritor francés, de los considerados malditos, Las flores del mal, de Baudelaire. En el Modernismo, con Rubén Darío a la cabeza, los poemas se pueblan de estanques llenos de nenúfares y de flores de loto, de flores de lis, de bailes y de anémonas, de riqueza sensorial sin límite. Los hermanos Álvarez Quintero, por esa época, aunque en teatro, bautizan Malvaloca a una de sus obras más emblemáticas. Manuel Machado, en sus versos, no deja de emplear flores -rosas, jazmines, adelfas...-, pero de manera metafórica:
"En mi alma, hermana de la tarde,
no hay contornos...
la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color."
"Morir es... Una flor hay en el sueño
-que al despertar ya no está en nuestras manos-
de aromas y colores imposibles...
Y un día sin aurora la cortamos".
O esos otros tenues versos de "El viento":
"...Y perfume
de jazmines
y una risa..."
Y en el soneto que dedica a "La Infanta Margarita", de las "meninas":
"Como una flor clorótica el semblante
que hábil pincel tiñó de leche y fresa,
emerge del pomposo guardainfante,
entre sus galas cortesanas puras".
Y las adelfas, por supuesto, en "Nocturno madrileño":
"De un cantar veneno,
como flor de adelfa".
Francisco Villaespesa dedica un soneto de belleza exquisita al jazmín que le trae otros recuerdos y que copiamos íntegro porque acaso no sea muy conocido y bien vale la pena:
PUREZA DE JAZMINES
¡Jazminero, tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!
Tu pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
Con su blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
como tú, tiene el corazón florido.
Y, también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido"
Salvador Rueda en "Idilio y elegía" habla de los pueblos campesinos y del campo al que exalta:
"Tendieron las cañadas
sobre el claro cristal de las albercas
doseles de granadas
y rebosaron las lujosas cercas
cálices con pistilos como ajorcas
manzanas por el sol arreboladas,
penachos de mazorcas,
de hebras azafranadas,
pimientos en racimos
como borlones de esmeraldas hermosos,
y duraznos opimos,
y cermeñas sabrosas,
y membrillos, del huero gloria y gala,
y oleadas espléndidas de rosas
y claveles cual luces de bengala".
Antonio Machado se recreará -como todos los de su Generación- en el paisaje castellano y cantará de las tierras sorianas, en las que resalta el camino de San Polo a San Saturio, cuajado de álamos. A. Machado, como ya sabemos, es el autor del poema "Al olmo" en donde aborda un tema que a él le es muy grato: la resurrección primaveral, el milagro de la primavera. Pero no olvida sus raíces sevillanas y recuerda el patio del Palacio de las Dueñas, en el que nació, donde madura el limonero o la yerbabuena que tenía su madre en los balcones... Y ya en la Guerra Civil escribe un rotundo soneto, "La muerte del niño herido", donde identifica a ese niño que muere ante la impotencia de su madre con una "flor de fuego", esto es, traspasado por la fiebre.
J. Ramón Jiménez emplea también la rosa a manera simbólica para representar su Obra y dice: "No le toquéis ya más, que así es la rosa". En estos versos se resume la esencia de su poesía pura; es decir, cuando el poema ha llegado a la perfección, a la rosa, ya no hay que añadirle nada mas, dejarlo como creación absoluta. El poeta de Moguer, en sus primeros poemas, también acude a las notas modernistas de las flores como pueden ser las lilas, que aportan notas suaves, nostálgicas a sus poemas:
"Con lilas llenas de agua,
le golpeé las espaldas.
Y toda su carne blanca
Se enjoyó de gotas claras".
El Juan Ramón Jiménez de su poesía primera está cercano al modernismo y a la poesía de Bécquer:
"¡Ay, camino! ¿A dónde vas,
todo verde y florido,
a la música doliente
de los álamos del río?"
VANGUARDIAS Y GRUPO DEL 27
Vicente Huidobro, el padre del Creacionismo, aguijonea y provoca a los poetas diciéndoles, mejor, casi exigiéndoles:
"¡Oh, poetas, no cantéis la rosa
Hacedla florecer en vuestros versos".
Los autores del 27 tampoco desdeñan las alusiones vegetales florales. Federico García Lorca es quizás uno de los mejores ejemplos -aunque también podemos recordar el espléndido Soneto al ciprés de Silos de G. Diego-.
Lorca emplea nardos, claveles y rosas para simbolizar la blancura y el contraste con la sangre. Son imágenes poderosísimas que aparecen en su Romancero gitano:
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
Lleva tu pechera blanca.
"Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo".
"Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
La nueva luz se corona".
Lorca no deja de emplear estas imágenes y siguen apareciendo en Poeta en Nueva York, ahí leemos un poema angustioso, un poema visionario, "La aurora de Nueva York" en donde emplea el "nardo" como símbolo negativo:
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
Rafael Alberti en "San Rafael (Sierra de Guadarrama)" escribe una cancioncilla de corte tradicional aunque con tono negativo en que las zarzas y los rosales sin vida juegan un papel importante:
"Zarza florida.
Rosal sin vida.
Salí de mi casa, amante,
por ir al campo a buscarte
y en una zarza florida
hallé la cinta prendida,
de tu delantal, mi vida.
Hallé tu cinta prendida,
y más allá, mi querida,
te encontré muy mal herida
bajo del rosal, mi vida.
Zarza florida.
Rosal sin vida;
bajo del rosal sin vida".
En un soneto dedicado a la pintura, "A la retina", también alude a un jardín, aunque se trata de un jardín especial:
"A ti, jardín redondo, donde mora
de par en par pintada la belleza;
flor circular que irisa en su cabeza
del rayo negro al rubio de la aurora".
Rafael Alberti también recoge la carga reivindicativa que tienen las flores, recordemos sin ir más lejos su poemario Entre el clavel y la espada.
Dámaso Alonso, en el poema "Insomnio, espléndido poema de Hijos de la ira, clama a Dios y le increpa:
"Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?"
Vicente Aleixandre, por su parte, inicia "Criaturas de la Aurora" con estos versos:
Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia.
Entre las flores silvestre recogisteis cada mañana
el último, el pálido eco de la postrer estrella.
Emilio Prados en "Cuando era primavera..." se lamenta de la situación en que vive España y recuerda el pasado, cuando era "primavera":
"Cuando era primavera en España:
frente al mar los espejos
rompían sus barandillas
y el jazmín agrandaba
su diminuta estrella
hasta cumplir el límite
de su aroma en la noche...
¡Cuando era primavera!"
DE LA POSGUERRA A LOS 50
Juan Gil-Albert, que practicó el exilio interior, en "Elegía a una casa de campo" recuerda un pasado que ya no está, que ha sido arrebatado por la violencia:
El tiempo que fluía superfluamente
como en el desarrollo de una flor,
¿ha podido barrenarse sin estrépito
y una sima intransitable separarnos
desde hace breves horas?
Miguel Hernández, que es un poeta del 36, como ya sabemos, al final de su espléndida "Elegía a Ramon Sijé", la más bella elegía que nunca se haya escrito escribió con emoción contenida:
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
En la sobrecogedora nana que le escribe a su hijo en la cárcel, "Nanas de la cebolla" compara las flores con ese pequeño que vencerá, que será la libertad que el padre no tuvo:
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
Y las alondras.
Rival del sol,
Porvenir de mis huesos
Y de mi amor.
Y compara también los dientes del niño con jazmines:
"Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
Ferocidades.
Con cinco dientes
Como jazmines
Adolescentes".
Victoriano Crémer en "Hombre concreto" baja la voz para mencionar el ritmo de la flor y compararla con la esperanza:
"(A veces, una flor, casi unánime, construye
ante los ojos el asombro; acaso el beso
se disfraza de dicha insospechada,
o levantamos la mirada al cielo)".
En el grupo poético de los 50, Francisco Brines, por ejemplo también alude a un jardín en Las brasas, aunque es un jardín triste y desolado:
"El jardín está mísero, y habita
ya la ausencia como si se tratase
de un corazón, y era una tierra verde".
En "Cuando yo aún soy la vida", en Aún no, hay también una mención a la rosa, aunque no se trata precisamente de la flor:
"...La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida."
Claudio Rodríguez en Don de la ebriedad incluye un poema en el que retrata la imagen de una flor como símbolo de lo poco duradero:
"¡Que todo acabe aquí, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega...."
PUNTO Y SEGUIDO
Sin duda, encontraríamos múltiples y hermosos ejemplos más que asocian las flores a tal o cual estado o sentimiento, la timidez con la violeta, la pureza con las azucenas o los lirios, la inconstancia con las margaritas -me quiere, no me quiere-; pero valgan los ejemplos citados como acicate para que el lector disfrute de la poesía y lo haga con los ojos del amor y del corazón.
Y, sin duda también, que localizaríamos otros poemas menos líricos y más reivindicativos que también aluden a la flor como símbolo, ya sea la flor roja como la sangre o como la pasión y la fortaleza.
No cabe duda que, gracias al universo floral, hemos podido recordar algunas de las páginas de nuestra literatura.