Catálogo virtual de flora del Valle de Aburrá
El urapán sigue siendo el rey
La flora y la fauna de Macondo: un asunto de interpretación = Flora and Fauna of Macondo: an Issue of Interpretation (Diva Marcela Piamba Tulcán)
Link para el artículo: https://revistas.unal.edu.co/index.php/ccaribe/article/view/63506
Las flores abismales de Carolina Sanín
Sumapaz by Erikson Sánchez
Al otro lado, detrás de otra alambrada, pastaba un rebaño de ovejas blancas carinegras. El potro no estaba ni con ellas ni con las flores de la papa. Estaba en el centro y era un mundo aparte. (28)
Desde el primer día, he seguido yendo a mi lote cada sábado a plantar. Tengo guayacanes, tíbares, cedros, arrayanes, sangregados. Y alisos, que son suaves y metálicos. Son de fronda parca y parecen más discernibles que otros árboles: he creído que podría recordar todas las hojas de un aliso y saber que las recuerdo. (32-33)
Plantamos un cerezo, que era regalo de mi madre, y dos borracheros, proque me contaron que protegen, y yo me había enterado de que a la finca grande que colinda con la mía se metieron los ladrones.(33)
El lote se cundió de esa maleza con la que en Boyacá hacen escobas. (34)
Entristézcase plantando árboles, dice una valla en la vereda. Alégrese plantado, dice otra. (37)
¿Cuándo nace un árbol? ¿Se dice que nace cuando un ojo humano advierte el primer brote que sobresale de la tierra? Pero, para entonces.el árbol ya ha crecido. ¿No sucede afuera el nacimiento, sino dentro de la semilla? ¿O no nacen los árboles, sino que siempre están, de fruto en semilla y de semilla en fruto, siguiéndose a sí mismos? (38)
La grama estaba llena de hojitas de dormidera entre los tréboles. Uno pasaba el dedo por el espinazo de las hojas y ellas se iban cerrando, párpado contra párpado, como ojos ciegos que eran las manos de la hierba. (39)
Yo escribía "los abedules". Y también escribía "los abetos". Ponía nombres de árboles en cuentos y en poemas. (39)
"Abeto" y "abedul" eran países muy lejanos en los que había habido una vez. El árbol, la vida que era una palabra, era mi reino. (40)
Esa mañana, además de los borracheros, habíamos plantado aquel cerezo de los que mi madre cría en su casa (40)
Cuando las plantas que tiene en su apartamento crecen demasiado para el cielorraso, también las planta afuera: Saqué la cheflera el otro día.(41)
Su otro hijo, mi hermano, es jardinero en Nueva York, donde emigró hace veinte años. He paseado con él por Manhattan y de repente me ha señalado un arce que plantó en la acera y ya ha cambiado varias veces de color, o una isla de flores que fundó frente a una portería. (41)
Sobre la tapa habían puesto un lirio. Me puse a pensar en que la punta del pistilo era la cara de ella. Por un momento supe que las flores son las caras de los muertos.(46)
También llevé a su casa una planta que compré esa mañana, ya a sabiendas de que era para la muerta y no para la viva. (54)
En el páramo del Cotopaxi, que está cubierto de líquenes como corales, encontré un venado que comía detrás de un conejo.(61)
Me fijé en una planta del suelo que parecía una lechuguita. Miré su centro, donde las hojas nacían y todas convergían, y prometí que trataría de encontrar los ojos de las cosas.(62)
Mi amigo y yo nos habíamos propuesto subir sin hablar. Nos señalábamos los líquenes y el musgo, y los hongos violáceos, para recomendárselos a la memoria. (78)
Luego quedaron atrás también los arbustos, y no hubo más ramas ni más sombra en el frío, sino los solos frailejones bajo el cielo, como cabezas sembradas. Yo nunca los había visto de cerca. Sus largas hojas afelpadas, apiñadas en torno al tallo, formaban una corona que a la vez era la cabeza que adornaban. (78)
¿Los frailejones eran como frailes capuchinos que eran cómo? ¿Como frailes que estuvieran apostados en las laderas, con aureola de plumas y cuerpo de tallo vegetal? (79)
Los frailejones eran animales, aunque se llamaran plantas: animales machos, acuáticos e inmóviles. (80)
Volví a ver los frailejones. En Iguaque solo había visto los que tienen la copa en el suelo; allí, en el páramo de Chingaza, encontré unos que se elevaban sobre su tallo hasta mi altura y otros que se elevaban hasta el doble. Eran frailejones gigantes y parecían palmeras enanas. (84)
Había entre los frailejones, una especie de pencas que se asemejaban a ellos de lejos y en la silueta, pero que en realidad eran lo contrario de ellos. Sus hojas eran lisas y más angostas, y eran de un verde menos azul y menos claro. No tenían pelusa sino espinas en el borde. Parecían agazapadas, hasta un poco irritadas entre los frailejones tranquilos, felices de estar mojados desde la rociada hasta la lluvia, contentos de no ahogarse en el llanto parejo e imparable de la altura. (86)
Mi amigo contó que los frailejones recogían, con los pelitos de sus hojas, la neblina que pasaba; que la neblina se convertía en gotas dentro del tallo, las gotas se convertían en hilos de agua en las raíces, y los hilos formaban riachuelos subterráneos que luego se resumían a los lagos de los que salía nuestro acueducto. (86)
Le dije a mi amigo que el verde que más me gustaba era el dorado: el de las praderas secas, el de las espigas. Él dijo que los frailejones crecían muy lentamente. Que uno de mi tamaño podía tener más de cien años. Los frailejones más lejanos parecían rocas. (87)
En un recodo del tamaño de mi mano crecían tallos de pasto del largo de mis pestañas: un juncal. (88)
El liquen que parecía coral era también un bosque calcinado. El musgo era pradera. (88)
La neblina comenzó a bajar. Me desvié hacia el agua congregada. caminando sobre hierba, arena y musgo, como sobre estopa y pelo. (89)
Marcos y su hijo me estaban acompañano a sembrar flores en la era, y yo quise enseñarle al niño a esquivar el asco. (96)
Era increíble que hubiera un árbol que me rodeara y me cubriera, y en él tantas hojas, y entre ellas un pájaro que era una hoja que podía pasar de una rama a otra sin caerse. (97)
El árbol de aquella acera era un plátano. Alguna vez he pensado que es difícil para una escritora ecuatorial mencionar en el texto un plátano - ese árbol de corteza moteada y hojas no mayores que mi mano - sin que su lectora crea que se refiere a la planta de enormes hojas que da plátanos. (98)
... el fucsia de las flores no pegaba con el verde del resto del jardín. Me dio un brote de uno de los arbustos arrancados, que fue el que planté con Jacobo y Marcos en la Era el día que besé a la chiza. (101)
Buscaba
formas dentro del olor: rayas, puntos, flores. (103)
Me
propongo inventar una cara y, en lugar de cara, veo una fronda: formas de
hojas, tamaños de hojas. Hago un monte, un bosque. Las hojas que brotan allí donde
he querido que surja el rostro tienen ramas dentro: son sus nervios, sus venas
o sus huesos, que reflejan la forma del árbol del que las mismas hojas se han
soltado. Pero ¿Qué es el resto de la hoja, lo verde, lo que no es nervadura?
¿Puede decirse que es la carne de la hoja, su pulpa, o es otra nervadura más
interna, una malla tupidísima, minúscula, que llega al ojo humano como un campo
liso de color? (111-112)
Veo un ave que surge de la maraña y pesca, y una flor que pesa en el aire, prendida de una rama, y de pronto se descuelga sobre el agua y es un pez durante un instante que no cuenta en el tiempo. (135)
Una piedra desencadenada es una planta, Una planta desencadenada es un animal. Un animal desencadenado soy yo. Soy una piedra, una planta y un animal que fueron haciéndose cada vez menos compactos. (142)
... y otra escena, en la que el padre había caído de un machetazo, y otra más, en la que regresaba a su tierra, donde se cultivan higueras de las que se cogen los higos maduros, y no higuerillas no higuerones, como en las márgenes del río Don Diego, ni brevos, que es como llamamos a las higueras en mi región, donde cogemos brevas siembre verdes, que saben amargas si no se cueven con azúcar. (144)
Entonces se apeó del caballo y durante casi tres cuartos de hora jugó en el espacio sideral con las estrellas que eran cabras y eran "como alhelíes y también como flores" (156)
La describía, y en la mente de la hotelera se figuraban una reina y una nube, una generala que caminaba sobre el agua, una rosa, una abeja, una yegua, un potro, un jaguar, un cordero y un pelícano. (162)
Uno es un peñasco coronado por una higuera; debajo está Caribdis, la monstrua remolina que tres veces al día se traga el agua del mar y tres veces la vomita. (176)
Las flores en el modernismo hispanoamericano / Lily Litvak
El modernismo recurrió a las flores no solo por su belleza sino porque a través de ellas podían espiritualizar la materia. Las convirtió en símbolos en los que intervenían no solo los significados tradicionales sino nuevos valores aportados por la nueva sensibilidad. Las corrientes estéticas de fin de siglo: exotismo, prerrafaelismo, parnasianismo, simbolismo, decadentismo, influyeron en la valorización de ciertas flores, entre ellas, el crisantemo, la orquídea, la rosa, el loto, el lirio, como puede verse en la literatura y el arte del modernismo hispanoamericano.
Leer el ensayo completo: Aquí
Lenguaje floral de la Camelia en torno a la muerte
Asfódelo, lenguaje floral
Asociaciones en distintas culturas
Nomeolvides. Lenguaje floral en torno a la muerte
Ecoparque Alcázares, los Arenillos (Manizales, Colombia)
- Ubicación: Parte baja Barrio Alcázares
- Ingreso: Sin costo
- Horario: 8:00 a.m - 4:30 p.m. (todos los días).
- Facebook: https://www.facebook.com/ecoparque.alcazaresarenillo/
Jardines de Colombia - Villegas editores
Colombia, por su geografía abrupta, no es un país. Son muchos países: el caribe, el antioqueño, el santanderaneo, el cundiboyacense, el vallecaucano, el llanero, entre otros. También existen, superpuestos a los anteriores, el país pobre y el país rico.
Entre ellos hay diferencias de todo tipo: diferencias climáticas y microclimáticas, y, por consiguiente, marcadas diferencias florísticas; diferencias en la idiosincracia de las gentes, diferencias culturales, pero existe un factor común a todos: el amor por las plantas, por la maceta florida, por la humilde clavellina o el sobrebio ciprés. Por ello, y en ausencia de verdaderos profesionales en el diseño paisajístico hasta haace algunos años, cada hacendado, cada ama de casa, cada modesto campesino ha oficiado tradicionalmente como diseñador y ejecutor de su propio jardín, siguiendo únicamente la pauta que le imponen su gusto personal y sus limitaciones culturales y económicas. el resultado de ese proceso está a la vista en las páginas de este libro. Desde jardínes suntuosos hasta exiguos rincones floridos, con plantas nativas o exóticas de la más variada procedencia, en los que reina, casi sin excepción, un ingenuo y delicioso eclecticismo.
Todo es válido en nuestros jardines en tanto contribuya a la satisfacción y bienestar de sus orgullosos propietarios. La única norma es la ausencia de normas... (Alfonso Robledo Anzola)
Las flores como símbolos eróticos en la obra de Jorge Isaacs
Saint Mary´s College of California
Moraga, California
El intercambio de flores como emblemas de amor es uno de los ―ritos de fetichismo amoroso característicos de la novela sentimental, y en María (1867), del colombiano Jorge Isaacs, los protagonistas Efraín y María otorgan esta función simbólica a la rosa y a la azucena silvestre. En su estudio de esta novela Donald McGrady sugiere que, aparte del significado explícito conferido en dicha obra a la rosa y a la azucena.
Flores en la antigua literatura India
Flowers of India
Las Flores de Juan Rulfo
Pedro Páramo
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.
Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas; hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único.
¿Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba? «La capitana, señor. Una plaga que nomás espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted.»
Había chuparrosas. Era la época. Se oía el zumbido de sus alas entre las flores del jazmín que se caía de flores.
«... No sentir otro sabor sino el del azahar de los naranjos en la tibieza del tiempo. »
Aquel cadáver pesaba mucho en el ánimo de todos. Estaba sobre una tarima, en medio de la iglesia, rodeado de cirios nuevos, de flores, de un padre que estaba detrás de él, solo, esperando que terminara la velación
-¡Tómelo! Le hará bien. Es agua de azahar. Sé que está asustado porque tiembla. Con esto se le bajará el miedo.
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
Es domingo. De Apango han bajado los indios con sus rosarios de manzanillas, su romero, sus manojos de tomillo. No han traído ocote porque el ocote está mojado, y ni tierra de encino porque también está mojada por el mucho llover. Tienden sus yerbas en el suelo, bajo los arcos del portal, y esperan.
«Si al menos hubiéramos traído tantito pulque, no importaría; pero el cogollo de los magueyes está hecho un mar de agua. En fin, qué se le va a hacer».
Justina Díaz entró en el dormitorio de Susana San Juan y puso el romero sobre la repisa.
«El dulce de menta es azul. Amarillo y azul. Verde y azul. Revuelto con menta y yerbabuena.»
Limpió el agua del florero roto. Recogió las flores. Puso los vidrios en el balde lleno de agua.
Mi madrina no me regaña porque me vea comiéndome las flores de su obelisco, o sus arrayanes , o sus granadas. Ella sabe lo entrado en ganas de comer que estoy siempre. Ella sabe que no se me acaba el hambre.
Un viento que no deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas si pueden vivir un poco untadas en la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero de los montes. Sólo a veces, allí donde hay un poco de sombra, escondido entre las piedras, florece el chicalote con sus amapolas blancas. Pero el chicalote pronto se marchita. Entonces uno lo oye rasguñando el aire con sus ramas espinosas, haciendo un ruido como el de un cuchillo sobre una piedra de afilar.
"Una plaza sola, sin una sola yerba para detener el aire. Allí nos quedamos.
Las Flores de Laura Restrepo
Atravesé un patio interior de chiflones encontrados y mientras recorría un corredor con materas que no contenían matas, sino tierra reseca y colillas, pensé que las barbas hirsutas de ese cura debían rasguñar como papel de lija. Por un instante traté de imaginar cómo me defendería si intentaba tocarme.(7)
habíamos llegado a la casa rosada y los niños se arremolinaban en algarabía. Era un rancho de pobres, de ésos que se quedan para siempre en obra negra y que sus habitantes terminan improvisadamente con maderas y cartones, tarros con flores, alambrado pirata para la luz eléctrica, radio a todo volumen y poderosa antena de televisión. (12)
Durante el famoso incendio, que nadie sabe cómo empezó y que no paró hasta devorar las mismas piedras, perecieron calcinadas treinta y tres de las hermanas, y también todos los animales de los establos y los corrales, los geranios de las materas, las verduras de la huerta y hasta las palomas, tan bien alimentadas que por gordas no pudieron volar.(33)
Las integrantes de la junta me encasquetaron una corona de flores en la cabeza, me pusieron un ramo en las manos, me extendieron el pelo cual manto, v sobre los hombros, aparatosa y eléctrica, me chantaron la capa azul de Marujita de Peláez.(38)
También al ángel lo coronaron de flores y él se dejó hacer, magnánimo y confiado. La procesión trepaba, los arbustos de carbonero y guapanto se enmarañaban, los helechos se volvían gigantes, se arrebataban las zarzamoras, el cielo se venía encima y la ciudad, muy abajo, se hacía irreal. ¿Adonde nos llevaban, tan lejos, tan alto? Mientras fuera con él, no me importaba.(39)
Delante de nosotros se abrió un corredor de baldosín, de esos baldosines pequeños, de seis lados, que cada tanto se vuelven oscuros y forman una como flor, tan comunes en mi infancia y que ya no se ven. La casa de mi abuela tenía patios con baldosines idénticos. Me refiero a mi abuela materna, de quien ya conté que acabó loca. ¿Habría alguna relación? ¿Serían esas florecitas de hexágonos, repetidas al infinito, el patrón que escondía la clave de la locura?(56)
Cerrando el cortejo, los demás fuimos penetrando, flor a flor por el baldosín, en ese mundo tan conocido para mí y a la vez tan temido, de las personas devoradas por angustias que no pueden descifrar ni pueden compartir.(58)
Cuando iba a nacer, se juntaron por lo menos cincuenta o sesenta de ellos en el pabellón de maternidad de la Clínica del Country, con cirios y flores. (93)
citas tomadas de: http://www.LibrosTauro.com.ar
El árbol de la sabiduría
En el comienzo -está escrito- el hombre tuvo acceso al paraíso. Y en ese paraíso la sabiduría toda se escondía en los frutos de un árbol, aquél que se encontrara en el centro del Edén:
“El día en que Yahvé Dios hizo la tierra y los cielos, no había sobre la tierra arbusto ni ninguna planta silvestre había brotado, pues Yahvé Dios no había hecho llover todavía sobre ella, no había hombre que cultivara el suelo. Sin embargo, brotó desde la tierra un manantial y regó toda su superficie.
Entonces, Yahvé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida. Luego Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén; allí colocó al hombre que había formado. Yahvé hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer. Y puso en medio el árbol de la Vida y el árbol de la Ciencia del bien y del mal.”
La leyenda del Camalote
Flores en la poesía española (II)
MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
no hay contornos...
la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color."
-que al despertar ya no está en nuestras manos-
de aromas y colores imposibles...
Y un día sin aurora la cortamos".
de jazmines
y una risa..."
que hábil pincel tiñó de leche y fresa,
emerge del pomposo guardainfante,
entre sus galas cortesanas puras".
como flor de adelfa".
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!
mano de espumas y encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
con tus piedades sus piedades glosas...
como tú, tiene el corazón florido.
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido"
sobre el claro cristal de las albercas
doseles de granadas
y rebosaron las lujosas cercas
cálices con pistilos como ajorcas
manzanas por el sol arreboladas,
penachos de mazorcas,
de hebras azafranadas,
pimientos en racimos
como borlones de esmeraldas hermosos,
y duraznos opimos,
y cermeñas sabrosas,
y membrillos, del huero gloria y gala,
y oleadas espléndidas de rosas
y claveles cual luces de bengala".
le golpeé las espaldas.
Y toda su carne blanca
Se enjoyó de gotas claras".
todo verde y florido,
a la música doliente
de los álamos del río?"
Hacedla florecer en vuestros versos".
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
Lleva tu pechera blanca.
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo".
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
La nueva luz se corona".
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
Rosal sin vida.
Salí de mi casa, amante,
por ir al campo a buscarte
y en una zarza florida
hallé la cinta prendida,
de tu delantal, mi vida.
Hallé tu cinta prendida,
y más allá, mi querida,
te encontré muy mal herida
bajo del rosal, mi vida.
Zarza florida.
Rosal sin vida;
bajo del rosal sin vida".
de par en par pintada la belleza;
flor circular que irisa en su cabeza
del rayo negro al rubio de la aurora".
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?"
Entre las flores silvestre recogisteis cada mañana
el último, el pálido eco de la postrer estrella.
frente al mar los espejos
rompían sus barandillas
y el jazmín agrandaba
su diminuta estrella
hasta cumplir el límite
de su aroma en la noche...
¡Cuando era primavera!"
como en el desarrollo de una flor,
¿ha podido barrenarse sin estrépito
y una sima intransitable separarnos
desde hace breves horas?
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
más victoriosa.
Vencedor de las flores
Y las alondras.
Rival del sol,
Porvenir de mis huesos
Y de mi amor.
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
Ferocidades.
Con cinco dientes
Como jazmines
Adolescentes".
ante los ojos el asombro; acaso el beso
se disfraza de dicha insospechada,
o levantamos la mirada al cielo)".
ya la ausencia como si se tratase
de un corazón, y era una tierra verde".
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida."
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega...."