La familia que habitaba la casa se vio obligada a protegerla de las agresiones, de los peligros de la impertinencia o de las posibilidades de la depredación. Entonces los habitantes contemplaron la necesidad de colocar cerraduras de acero y candados en las puertas y levantar cercas de alambre de púas o altos muros coronados de garfios. Pero la morada era vulnerable a pesar de las artes de la cerrajería.
- sólo nos pueden proteger las rosas- dijo la abuela. - ¿las rosas? Exclamaron en coro los demás miembros de la familia.
- Así es- afirmó la abuela.
- ¿Crees que para nuestra protección bastarán las espinas de las rosas?
- preguntó un niño muy pequeño.
- No –dijo la abuela -.No me refiero a las espinas.
Todos a una soñaron, sembraron y cuidaron las rosas y nunca una casa estuvo más protegida que esa casa. Para los malvados es muy difícil forzar una puerta de flores.
-¿Cómo quieres que conserve tu nombre?- preguntó la mujer. -Consérvalo siempre a flor de labios- dijo el jardinero.
La tienda de Amarilis
Las flores son las zapaterías donde las abejas consiguen los zapatos amarillos.
Tomado de: Preguntario. Jairo Aníbal Niño. Editorial Panamericana: 1998.
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