Con ejemplos muestra a Flora la brevedad de la hermosura, para no malograrla
la ostentación lozana de la rosa,
deidad del campo, estrella del cercado,
el almendro en su propia flor nevado,
que anticiparse a los calores osa:
reprensiones son, ¡OH Flora!, mudas
de la hermosura y la soberbia humana,
que a las leyes de flor está sujeta.
Compara el discurso de su amor con el de un arroyo
Torcido, desigual, blando y sonoro,
te resbalas secreto entre las flores,
hurtando la corriente a los calores,
cano en la espuma, y rubio como el oro.
A Aminta, que teniendo un clavel en la boca, por morderle se mordió los labios, y salió sangre
Bastábale al clavel verse vencido
del labio en que se vio, cuando esforzado
con su propia vergüenza lo encarnado,
a tu rubí se vio más parecido.
Sin que en tu boca hermosa dividido
fuese de blancas perlas granizado,
pues tu enojo, con él equivocado,
el labio por clavel dejó mordido.
Sangre vertió tu boca soberana,
porque roja victoria amaneciese,
llanto al clavel, y risa a la mañana.
A Flori, que tenía unos claveles entre el cabello rubio
Al oro de tu frente unos claveles
veo matizar, cruentos, con heridas;
ellos mueren de amor, y a nuestras vidas
sus amenazas les avisan fieles.
Rúbricas son piadosas, y crueles,
joyas facinerosas, y advertidas,
pues publicando muertes florecidas,
ensangrientan al sol rizos doseles.
Mas con tus labios quedan vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos después, de temerosos.
Las gracias de la que adora son ocasión de que viva y muera al mismo tiempo
Ese color de rosa y de azucena,
y ese mirar sabroso, dulce, honesto,
y ese hermoso cuello, blanco, enhiesto,
y boca de rubís, y perlas llena.
Esa rica y hermosa primavera,
cuyas flores de gracias y hermosura,
ofenderlas no puede el tiempo airado...
Lisi, que en su cabello rubio tenía sembrados claveles carmesíes, y por el cuello
Huye de mí cortés y desdeñosa,
sígate de mis ojos la corriente,
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una hierba y una rosa.
Rizas en ondas ricas del rey Midas,
Lisi, el tacto precioso cuanto avaro;
arden claveles en tu cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.
Minas ardientes al jardín unidas
son milagro de amor, portento raro;
cuando Hibla matiza el mármol paro,
y en su dureza flores ve encendidas.
Esos, que en tu cabeza generosa,
son cruenta hermosura, y son agravio
a la melena rica y victoriosa,
dan al claustro de perlas en tu labio
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.
Fragmentos tomados de:
Antologia poetica, Francisco de Quevedo
http://www.librodot.com
Fotografía BeatrizVidal
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