Genealogía de la Flor

Para Orlando y Deyanira,
por el agravio.


En el principio del mundo
las mariposas revoloteaban de piedra en piedra,
y golpeaban sus alas contra el filo de los montes.
Pero aconteció
que Gaobar engendró a Reabón;
y Reabón engendró a Timar,
el que machacaba luciérnagas en su fábrica de fuego.
Y después nacería Cenén,
un muchacho terrible que comía pedruscos
y tenía el vientre lleno de parásitos.
Y de Cenén nació el Innominado
por un furtivo encuentro con la hija de Potar
sobre piedras mudas.
Y el Innominado no engendró nada
porque era estéril como un cigarro.
Pero Cenén forzó la carne de Amelia
(un fruto oculto de esta rara genealogía)
y alcanzó la gravidez
(él, no ella; extraño asunto. Pero esto es un poema,
no un tratado de genética).
Y su vientre se fue poniendo
azul y redondo como una naranja.
Y de allí nació Komodor, débil criatura
que tasajeaba el aire con su silbo helado.
Y Komodor engendró a Simón,
y Simón engendró a Lothar el Grande.
Y Corina, la más bella de todas,
fue poseída por Lothar el Grande,
pero siguió siendo virgen.
Esto maravilló a todos, alguien habló de un milagro.
Los sabios dijeron
que sólo era un problema de virilidad delgada.
Y después del milagro nació Rhino,
que fue poeta hasta cuando aprendió a hablar;
y Rhino engendró a Sigaor.
Aquí termina esta historia,
pues Sigaor nació solo y desangelado.
Nada más que piedras alrededor.
Y en su soledad recordó a Onán;
y fue con su simiente en la palma de la mano
y la puso entre dos piedras degolladas.
Y de allí nació la flor.
Entonces Sigaor quedó asombrado de su obra
y dio a su criatura un nombre colorido.
Un nombre colorido que aún pronunciamos
con labio despetalado;
un bello nombre.

Carlos A. Castrillón.

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