El instinto de los seres vivos radica en el deseo básico de conservar y perpetuar su especie. En la historia de la evolución las estrategias de origen adaptativo y protector causan perplejidad y admiración hacia aquellos que las explotan (unos con más descaro que otros) para dar continuidad a su linaje.
¿Qué es aquello que percibimos como (C)olor? ¿Qué relaciones guardan con la forma de percibir el mundo y de qué forma las flores los han usado a su favor?
Los olores tienen la virtud de transportar, de generar añoranzas, facilitar estados meditativos o de regocijo, comprimir espacio y tiempo en una exhalación de aire y traer al presente recuerdos estancados en nuestra memoria.
En cuanto al color, aunque no siempre lo asociamos al recuerdo sí lo vinculamos, de manera errónea, como una propiedad intrínseca de los objetos, error que ratificamos al definirlo como sensación (creada en el cerebro) que se unifica a la forma y a la profundidad de las cosas. Hay quienes sostienen que el color es un lujo innecesario, o una ilusión de los sentidos pero las flores lo han usado con sabiduria.
En el libro egipcio de los muertos, los Vedas hindúes y la Biblia (Antiguo Testamento), se hace referencia a ungüentos, incienso y catálogos de flores y hierbas usadas para los ritos litúrgicos, amatorios (El cantar de los cantares), culinarios y funerarios.
Las sustancias volátiles de la flor, al ser percibidas “perfume”, por los individuos de interacción (insectos) desempeñan múltiples funciones, entre ellas: Manipular la conducta sexual del insecto y ahuyentar depredadores.
La orquídea abejera (Ophrys scolopax) semeja las feromonas sexuales femeninas de la abeja solitaria Eucera Longicormis para incitar a las abejas macho a la cópula. Algunas flores atraen insectos polinizadores y combaten a otros al producir piretrinas (insecticidas) y así evitar contactos perjudiciales. Forma poco grata de aprender a asociar fragancia y recompensa.
Se puede catalogar como un engaño provechoso que da continuidad a la especie floral, el hombre una de sus principales víctimas cae ante su poder estético y dominado por el impulso emocional de alegría o tristeza las compara, idolatra e inmortaliza con palabras. El poeta Kavafis lo hace desde las Bellas flores blancas.
“Lo enterraron el sábado,
a las diez de la mañana.
Lo enterraron el sábado:
hace casi una semana.
Sobre su caja barata
él coloco unas flores,
encantadoras flores blancas
que iban bien
con su belleza y
con sus veintidós años.
Por la tarde cuando vuelve,
– después de su trabajo,
hay que ganar el pan –
al café donde
solían ir juntos:
como un cuchillo en su corazón
es ese oscuro local
al que solían ir juntos.
Los olores tienen la virtud de transportar, de generar añoranzas, facilitar estados meditativos o de regocijo, comprimir espacio y tiempo en una exhalación de aire y traer al presente recuerdos estancados en nuestra memoria.
En cuanto al color, aunque no siempre lo asociamos al recuerdo sí lo vinculamos, de manera errónea, como una propiedad intrínseca de los objetos, error que ratificamos al definirlo como sensación (creada en el cerebro) que se unifica a la forma y a la profundidad de las cosas. Hay quienes sostienen que el color es un lujo innecesario, o una ilusión de los sentidos pero las flores lo han usado con sabiduria.
En el libro egipcio de los muertos, los Vedas hindúes y la Biblia (Antiguo Testamento), se hace referencia a ungüentos, incienso y catálogos de flores y hierbas usadas para los ritos litúrgicos, amatorios (El cantar de los cantares), culinarios y funerarios.
Las sustancias volátiles de la flor, al ser percibidas “perfume”, por los individuos de interacción (insectos) desempeñan múltiples funciones, entre ellas: Manipular la conducta sexual del insecto y ahuyentar depredadores.
La orquídea abejera (Ophrys scolopax) semeja las feromonas sexuales femeninas de la abeja solitaria Eucera Longicormis para incitar a las abejas macho a la cópula. Algunas flores atraen insectos polinizadores y combaten a otros al producir piretrinas (insecticidas) y así evitar contactos perjudiciales. Forma poco grata de aprender a asociar fragancia y recompensa.
Se puede catalogar como un engaño provechoso que da continuidad a la especie floral, el hombre una de sus principales víctimas cae ante su poder estético y dominado por el impulso emocional de alegría o tristeza las compara, idolatra e inmortaliza con palabras. El poeta Kavafis lo hace desde las Bellas flores blancas.
“Lo enterraron el sábado,
a las diez de la mañana.
Lo enterraron el sábado:
hace casi una semana.
Sobre su caja barata
él coloco unas flores,
encantadoras flores blancas
que iban bien
con su belleza y
con sus veintidós años.
Por la tarde cuando vuelve,
– después de su trabajo,
hay que ganar el pan –
al café donde
solían ir juntos:
como un cuchillo en su corazón
es ese oscuro local
al que solían ir juntos.
1 comentario:
thanks for this nice post 111213
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