Las flores de Rubaiyat / Omar Khayyam

                                                            Imagen de Daniel Kirsch en Pixabay

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El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... En el aire de cristal se
desgrana el canto del último ruiseñor... El aroma del vino es más
suave... ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora
sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera,
amada mía!

3
Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice que ya las
violetas desplegaron su espléndido ropaje, sólo es digno de vivir
tulipán de primavera; consagra, a la risa de un adolescente,

6
Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o
el débil amparo que les dejó la bruma? Tu cabellera, caída sobre tu
rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar? ¡Despierta,
amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos!

8
Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento. Una
rosa, imagen de tu efímera belleza, deja caer con lentitud sus pétalos. 
¿En dónde estarás ahora, tú que me ofreciste el vaso que no
dejo de beber? Estoy seguro de que ninguna flor se deshoja cerca de
aquél cuya sed apagas, y te ves privada del amargo placer con que
sólo yo he sabido embriagarte.

9
Dejan caer las estrellas sus pétalos de oro. No sé cómo no han
tapizado mi jardín. 
Así como el cielo vuelca sus rosas sobre la tierra,
vierto en mi copa el rosado vino.

10
Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas. En la sombra
azul del jardín, besan también el rostro de mi amada. A pesar de la
felicidad que tuvimos, no añoro el pasado. ¡Es tan honda la dulzura
del presente!

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