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Las flores en la literatura Medieval y Renacentista

La literatura medieval y renacentista española aluden, a menudo, a las flores. Su empleo, por lo tanto, puede considerarse ya como un tópico literario. La poesía lírica, desde siempre, ha escogido distintos símbolos para reflejar estados de ánimo y sentimientos y, precisamente por ello, las flores suelen acompañar con su presencia multitud de poemas.

Significados

La rosa debe ser una de las más evocadas por su belleza, pero también porque es efímera y a menudo sirve de advertencia a aquellos que creen que lo mundanal ha de durar, cuando es justo lo contrario.

La azucena o las flores de azahar son indicadoras de pureza, de candor, de virginidad al lado de los lirios o de la flor del alhelí o los nardos.

La violeta o la amapola como humildes presencias, cada una en su territorio, una en jardines y otra de manera salvaje, casi descuidada.

La margarita como señal de los estados de ánimo volubles o infinidad de flores que aportan alegría, tristeza, melancolía, dramatismo o ternura a los poemas.

Gonzalo de Berceo y la poesía popular Medieval

En plena Edad Media, Gonzalo de Berceo en su Introducción alegórica a los Milagros de Nuestra Señora describe un lugar deleitoso cuajado de flores:
“La verdura del prado, la olor de las flores,/ las sombras de los árboles de tempranos sabores/ refrescaron me todo, e perdí los sudores/ podrie vevir el omne con aquellos olores”.
La poesía popular medieval, que se recoge en los Cancioneros, no deja de incluir el saber popular y la referencia a las flores como elementos que se pueden identificar claramente con el amor y su cortejo:
“Lindas son rosas y flores,/ más lindos son mis amores”./ “Ya florecen los árboles, Juan:/ ¡mala seré de guardar!/ Ya florecen los almendros/ Y los amores con ellos / Juan,/ Mala seré de guardar./ Ya florecen los árboles, Juan:/ ¡mala seré de guardar!”

El Romancero
 
En los Romances, ya a finales de la Edad Media, la alusión a flores, a árboles, a elementos vegetales no es infrecuente. Sin ir más lejos se pueden leer los espléndidos versos del Romance del Conde Olinos, que hablan del amor poderoso más allá de la muerte:
“De ella nació un rosal blanco,/ de él nació un espino albar,/ crece el uno, crece el otro,/ juntos se van a abrazar”.

Las Serranillas

En las Serranillas, el marqués de Santillana, Iñigo López de Mendoza, recrea también un escenario propicio para estas muchachas bellas y gráciles. En La moçuela de Bores se lee:
“Mas vi la fermosa / de buen continente,/ la cara plaziente,/ fresca como rosa,/ de tales colores/ cual nunca vi dama,/ nin otra, señores”.

Garcilaso de la Vega y el Renacimiento

Garcilaso de la Vega, en el Renacimiento, emplea la rosa, una de las flores más aludidas de todos los tiempos, para recordar que todo es efímero y que hay que vivir la vida la juventud, sobre todo, las mujeres; además de comparar el color de su dama con el de la azucen por su especial blancura. El tópico de “Carpe diem” está claro:
“Marchitará la rosa el viento helado,/ todo lo mudará la edad ligera,/ por no hacer mudanza en su costumbre”.

Fray Luis de León

Y Fray Luis de León, a la manera franciscana y con falsa modestia, todo hay que decirlo, opinaba que sus “poemas eran florecillas que se le cayeron de las manos”, aunque, bien es cierto que se trata de una poesía muy trabajada. Así, en la Oda a la Vida retirada, influida por Horacio, pondera la vida alejada del “mundanal ruido”, es decir un “beatus ille”. En una de las liras se lee:
“Del monte en la ladera / por mi mando plantado tengo un huerto,/ que con la primavera,/ de bella flor cubierto,/ ya muestra en esperanza el fruto cierto”.

El "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz

Aún en el S. XVI, San Juan de la Cruz, el gran místico español, en el Cántico espiritual, mediante una ambientación bucólica, intenta explicar la vía unitiva; esto es, la unión del Alma con Cristo. De este modo dice la Esposa:
“Buscando mis amores / iré por esos montes y riberas;/ ni cogeré las flores / ni temeré las fieras,/ y pasaré los fuertes y fronteras”.

En otro momento añade, ya cuando se ha encontrado con el Esposo:
“Nuestro lecho florido,/ de cuevas de leones enlazado,/ en púrpura tendido,/ de paz edificado,/ de mi escudos de oro coronado”.

Y en pleno diálogo amoroso, culmina:
“¡Oh ninfas de Judea,/ en tanto que en las flores y rosales/ el ámbar perfumea,/ mora en los arrabales/ y no queráis tocar nuestros umbrales,...”

Son, pues, muchos los poetas que, en la Edad Media y el Renacimiento, acuden a las flores como tema central o como decorado de sus poemas. Sea como sea, la presencia de la flor en la literatura española es recurrente y muy importante.

fotografía de Rei Ayanami en Tokyotres
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Flores para mal de amores / Guadalupe Padilla de Ortiz Monasterio


VINO A LA ROSA

1/4 taza de agua de rosa
6 tazas de vino blanco
6 pétalos de rosas frescos

Mezcle los ingredientes. Embotelle y deje reposar por 3 0 4 días. Sirva en copas de vino blanco con un pétalo dentro.


SUSPIRO DE VIOLETA

500 gramos de tomate chonto
4 cucharadas de gelatina sin sabor
2 cucharadas de flores de cebolla y de azahar
4 tazas de caldo de pollo
El jugo de 1 limón
Vinagre balsámico
Sal y pimienta al gusto

Licúe y cuele el tomate, revuelva con algunas gostas de vinagre, el jugo de limón, la sal, la pimienta y la gelatina sin sabor disuelta en el caldo de pollo. Vierta esta mezcla en un molde, agregue las flores y lleve a la nevera hasta que cuaje. Al servir, adorne con hojas y flores de azahar.
INTRIGAS DE TULIPANES

4 tazas de arvejas cocidas y en puré
4 cucharadas de crema de leche
4 cucharadas de mantequilla
4 huevos
1/2 taza de pétalos de flor de tulipanes
sal y pimienta al gusto

Coloque el puré en un recipiente hondo. Agregue la crema de leche y la mantequilla. Revuelva bien. Bata los huevos, mézclelos con las arvejas y sazone con sal y pimienta. Añada los pétalos de tulipán. engrase una refractaria y ponga en ella la preparación. Hornee al baño de maría a 350º durante 15 minutos.

ASTROMELIAS LATENTES

2 pechugas de pollo
2 cucharadas de aceite
2 dientes de ajo
200 gramos de crema de leche
100 gramos de nueces
2 tazas de flores de astromelia
1/4 de taza de yogur
1 pizca de sal
1 pizca de azucar

Sazone las pechugas con el ajo y sal. Fríalas hasta que queden de un dorado suave. Aparte prepare la nogada licuando la crema de leche con 1 1/2 taza de flores de astromelia, el yogur y las nueces. Agregue una pizaca de sal y otra de azúcar. Al servirlas bañe las pechugas con la nogada y decórelas con flores y hojas de astromelia. Puede servirlas frías o calientes.



Recetas tomadas del libro Flores para mal de amores y otras delicias gastronómicas. Guadalupe Padilla de Ortiz Monasterio. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, colección tezontle. 2004 
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Flores en la antigua literatura India



Ancient literature in India is replete with names of various flowers. Most of these flowers are referred to by names which are not in common use today. One frequently comes across flower names like Kund कुंद, padam पदम, kumud कुमुद, neelkamal नीलकमल. Surely, one would like to know what these flowers are, as we know them today

Enlace a la página oficial

Flowers of India


Las Flores de Laura Restrepo

Olor a rosas invisibles

Pero a Eloísa la evoco con mayor empeño. Yo, que siempre encontré más real el olor a rosas invisibles que las rosas mismas...(14)



Dulce Compañía
Parecía que durante años no hubiera habido nadie más allí. Sólo unas flores plásticas entre un frasco, casi tapadas de polvo, podrían indicar la huella ya lejana de una mano femenina. (6)



Atravesé un patio interior de chiflones encontrados y mientras recorría un corredor con materas que no contenían matas, sino tierra reseca y colillas, pensé que las barbas hirsutas de ese cura debían rasguñar como papel de lija. Por un instante traté de imaginar cómo me defendería si intentaba tocarme.(7)

habíamos llegado a la casa rosada y los niños se arremolinaban en algarabía. Era un rancho de pobres, de ésos que se quedan para siempre en obra negra y que sus habitantes terminan improvisadamente con maderas y cartones, tarros con flores, alambrado pirata para la luz eléctrica, radio a todo volumen y poderosa antena de televisión. (12)

Durante el famoso incendio, que nadie sabe cómo empezó y que no paró hasta devorar las mismas piedras, perecieron calcinadas treinta y tres de las hermanas, y también todos los animales de los establos y los corrales, los geranios de las materas, las verduras de la huerta y hasta las palomas, tan bien alimentadas que por gordas no pudieron volar.(33)

Las integrantes de la junta me encasquetaron una corona de flores en la cabeza, me pusieron un ramo en las manos, me extendieron el pelo cual manto, v sobre los hombros, aparatosa y eléctrica, me chantaron la capa azul de Marujita de Peláez.(38)

También al ángel lo coronaron de flores y él se dejó hacer, magnánimo y confiado. La procesión trepaba, los arbustos de carbonero y guapanto se enmarañaban, los helechos se volvían gigantes, se arrebataban las zarzamoras, el cielo se venía encima y la ciudad, muy abajo, se hacía irreal. ¿Adonde nos llevaban, tan lejos, tan alto? Mientras fuera con él, no me importaba.(39)

Delante de nosotros se abrió un corredor de baldosín, de esos baldosines pequeños, de seis lados, que cada tanto se vuelven oscuros y forman una como flor, tan comunes en mi infancia y que ya no se ven. La casa de mi abuela tenía patios con baldosines idénticos. Me refiero a mi abuela materna, de quien ya conté que acabó loca. ¿Habría alguna relación? ¿Serían esas florecitas de hexágonos, repetidas al infinito, el patrón que escondía la clave de la locura?(56)

Cerrando el cortejo, los demás fuimos penetrando, flor a flor por el baldosín, en ese mundo tan conocido para mí y a la vez tan temido, de las personas devoradas por angustias que no pueden descifrar ni pueden compartir.(58)

Cuando iba a nacer, se juntaron por lo menos cincuenta o sesenta de ellos en el pabellón de maternidad de la Clínica del Country, con cirios y flores. (93)

citas tomadas de: http://www.LibrosTauro.com.ar

La leyenda del Girasol

Pirayú era cacique de una tribu que vivía a orillas del río Paraná.
Mandió era cacique de una tribu vecina. Pirayú y Mandió eran buenos amigos. De ahí que sus pueblos intercambiaban en paz artesanías y alimentos.
Cierta vez, Mandió tuvo la gran idea de unir a las dos tribus, y por eso pidió en matrimonio a la hija de Pirayú. _Para estar siempre unidos quiero casarme con tu hija_ dijo a su amigo. Imposible_respondió preocupado Pirayú. Y contó enseguida a Mandió que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al dios Sol.
Ante la incredulidad de Mandió, Pirayú explicó que _ Carandaí, mi hija, desde muy pequeña pasa las horas contemplando al sol. Sólo vive para él. Por eso los días nublados la ponen tan triste_; Mandió se alejó disgustado y prometiendo venganza.
Los días pasaron hasta que cierta vez andaba Carandaí con su canoa contemplando la caída del sol en medio del río cuando, de pronto, vio resplandores de fuego sobre su aldea. Remó rápidamente hacia la orilla, pero, cuando intentó desembarcar, unas barras gruesas de madera trabaron sus movimientos.
_¡Ajá!, tendrás que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza_ dijo Mandió.
_¡Oh! Cuarajhí, ¡Mi querido so!_ susurró Carandaí. _No permitas que Mandió acabe conmigo y mi pueblo. No lo permitas mi dios…
Y no había terminado de hablar cuando Cuarajhí, el sol, envió a la joven un remolino de rayos potentes que la envolvieron y la hicieron desaparecer de la vista de Mandió.
Allí donde había estado Carandaí, brotó una planta esbelta y hermosa con una flor dorada que, al igual que la princesa, siguió siempre, con su cara al cielo, los rumbos del sol.

Leyenda autóctona del Litoral Argentino.
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