Las flores de Edgar Allan Poe


TAMERLÁN (fragmento)
¡Oh corazón ansioso por las flores perdidas
y el soleado esplendor de mis horas estivales!
La voz inextinguible de aquel tiempo ya muerto,
con su repiqueteo interminable,
suena, en el espíritu de un hechizo,
sobre tu vaciedad un toque de difuntos.
(15)


AL AARAAF (fragmento)
PARTE I
¡Oh, nada terrenal excepto el rayo
(devuelto por las flores) de la mirada de la belleza,
como en esos jardines en que el día
surge desde las gemas de Circasia…
Oh, nada terrenal excepto la emoción
de un cantarino arroyo por el bosque…
o (música de quien tiene un corazón apasionado)
la vos de la alegría, con tal paz emitida
que, como el rumor en la caracola,
su eco perdura y ha de perdurar…
oh, nada de esta escoria nuestra,
sino toda la belleza, todas las flores
que nuestro amor aprecia y ornan nuestras glorietas,

embellecen tu mundo tan lejano,
lejano, estrella errante!
[…]
Apresuradamente se arrodilló en un lecho
de flores: de lirios cual los que erguían la cabeza

sobre el hermoso cabo Deucato y brotaban
en derredor, impacientes de pender
sobre los errantes pasos –profundo orgullo-
de aquella que amó a un mortal y por ello murió.
La sefálica, que brotaba con las jóvenes abejas,
alzaba su tallo purpúreo en torno a sus rodillas,
y una flor enjoyada, mal llamada de Trebisonda,
moradora de los más altos astros, donde avergonzó antaño
a toda otra belleza, su meloso rocío
(el néctar fabuloso que conoció el pagano),
hasta el delirio dulce, lo vertió desde el cielo
y cayó en los jardines de los no perdonados
en Trebisonda y en una flor solar

tan semejante a la suya propia allá arriba
que aún sigue, torturando a la abeja, hasta esta hora
con la locura y un insólito ensueño:
En el cielo y en sus alrededores la hoja
y la flor de la planta fantástica, en aflicción
desconsolada permanece,
aflicción que inclina la cabeza
arrepintiéndose de locuras hace tiempo pasadas,
alzando el blanco seno al aire embalsamado
cual belleza culpable, sumisa y más hermosa.
También la nictantes, tan sagrada como la luz,
que teme al perfume, perfumando la noche;
y la clita vacilante entre muchos soles,
mientras ínfimas lágrimas por sus pétalos fluyen;
y aquella ambiciosa flor que brotó de la tierra
y murió casi antes de alzarse al nacimiento

quebrando su oloroso corazón en espíritu
para marchar al cielo, desde el jardín de un rey;
y el loto valisnerio, que escapó
de su lucha con las aguas del Ródano;
¡y tu muy adorable purpúreo perfume, oh Zante!
¡Isola d`Oro! ¡Fior di Levante!

¡Y el botón de nelumbo que para siempre flota
con el Cupido indio por el río sagrado;
bellas flores, ¡fantásticas!, que tienen la tarea
de llevar entre aromas hasta el cielo el canto de la diosa:!

[…]
 
PARTE II
[…]
“Bajo el jacinto o la flámula
o el manojo de flores silvestres

que protege al durmiente
de la luz de la luna,
oh seres brillantes que caviláis,
entornados los ojos,
sobre los astros que vuestro asombro
ha desprendido de los cielos
hasta brillar entre la sombra
y bajar hasta vuestra frente
cual los ojos de la doncella
que ahora mismo os visita,
levantaos de vuestro sueño
en enramadas violetas,…”

(61-77)


A HELENA (fragmento)
En arriesgados mares habituada a vagar,
tu cabello de Jacinto, tu rostro clásico,
tus aires de náyade me han traído en casa
a la gloria que fue Grecia
y a la grandeza que fue Roma.
(103)

ISRAFEL (fragmento)
El cielo es tuyo, sí, pero este mundo
lo es de dulzuras y de amarguras;
nuestras flores son, simplemente flores,
y la sombra de tu perfecta dicha
es la luz del sol de la nuestra.
(107)

LA CIUDAD DEL MAR (fragmento)
En templos, en murallas cual las de Babilonia,
en umbrías glorietas. Hace mucho olvidadas,
con hiedras esculpidas y con flores de piedra;
en muchos, muchos maravillosos santuarios
cuyos frisos ornados entretejen
la viola, la vid y la violeta.

(111)

LA DURMIENTE (fragmento)
La mata de romero cabecea en la tumba;
el lirio sobre la onda se recuesta;

envolviendo su seno con la niebla,
la ruina en su quietud se desmorona;
semejante a Leteo. ¡ved!, el lago
en un sueño consciente parece recogido
y ni por todo el mundo querría despertar.
¡Toda belleza duerme! ¡y mira dónde
yace Irene, con sus destinos!
(115

EL VALLE DE LA INQUIETUD (fragmento)
Sobre las violetas que allí se encuentran
en miles de ejemplares para la visión humana;
sobre los lirios que allí ondean
y lloran sobre una sepultura sin nombre!

Ondean: de sus fragantes corolas
caen gota a gota rocíos eternos.
Lloran: de sus delicados tallos
descienden en gemas lágrimas perennes.
(121)



A ALGUIEN EN EL PARAÍSO (fragmento)
Fuiste para mí todo aquello, amor,
por lo que mi alma suspiraba;
una isla verde en el mar, amor,
una fuente y un altar,
adornado con frutas y con flores fantásticas,
y todas las flores eran mías.

(131)


A F… (Fragmento)
¡Amada! En medio de las muy grandes penas
que se agolpan en torno a mi camino terrenal
(terrible camino, ¡ay!, donde no crece
ni siquiera una rosa solitaria),

mi alma por fin un solaz tuvo
en sueños de ti, y en ellos conoce
un edén de dulce reposo.
(137)

A ZANTE. Soneto
¡Isla hermosa, que de la más hermosa de las flores
tomas el más gentil de los gentiles nombres!

¡Cuántos recuerdo de cuan radiantes horas
despierta de inmediato tu visión!
¡Cuántos escenarios de felicidad perdida!
¡Cuántos pensamientos de esperanzas sepultadas!
¡Cuántas visiones de una doncella que ya
no está, no está en tus verdes laderas!
¡Ya no! ¡ay, ese mágico y triste sonido
que todo lo transforma! ¡Tus encantos ya no me deleitarán,
tu recuerdo tampoco! ¡Por suelo maldito
tendré en adelante tu costa esmaltada de flores!
¡Oh isla Jacinta!¡Oh purpúrea Zante!
“¡Isolda d´Oro! ¡Fior di Levante!”

(187)
A HELENA (fragmento)
Donde viento alguno osaba moverse sino de puntillas;
Cayó sobre los erguidos rostros de estas rosas,
que exhalaron, a cambio de la luz de amor,
sus almas olorosas en una muerte extática;
cayó sobre los erguidos rostros de estas rosas,
que sonrieron y murieron en su parterre, encantadas
por ti y por la poesía de tu presencia.
(245)
PARA ANNIE (fragmento)
Mi espíritu atormentado
reposa aquí blandamente
olvidando, o a lo menos
nunca añorando sus rosas,
sus viejas preocupaciones
por los mirtos y las rosas.

(257)

A… (Fragmento)
A destruir la flor perfecta y luminosa,
sino que todo es silencioso y bello
y doradas arenas proclaman esa hora
que no trae ningún mal.
(293)

Citas tomadas de Edgar Allan Poe, Poesía completa Edición bilingüe. (2005).Traducción de María Condor y Gustavo Falaquera. España: Poesía Hiperión, 370.

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